viernes, 14 de marzo de 2014

Biotecnologías ‘made in Spain’

Un grupo japonés invierte tres millones en una empresa impulsada por la Fundación Botín

El proyecto Life Length se desarrolla en el CNIO y mide la longitud de los telómeros

Iñigo Sáenz de Miera, director de la Fundación Botín. / LUIS SEVILLANO

Unas etiquetas fluorescentes pueden indicar la extensión de la vida. “Cuanto más largo es el telómero, más etiquetas hay pegadas y mayor es la intensidad de esa fluorescencia”, explica María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigación Oncológica (CNIO). La longitud de los telómeros, parte terminal de los cromosomas, indica la posibilidad de padecer determinadas patologías. “Los muy cortos son los que se asocian con enfermedades”, detalla la investigadora, que tras 10 años de esfuerzos logró, junto a su equipo, desarrollar esta técnica de diagnóstico en el marco del programa de transferencia tecnológica de laFundación Botín, Mind the Gap. Life Length, empresa que resultó de este proyecto, acaba de recibir una inversión de tres millones de euros de la multinacional japonesa Yamada Bee Farm. El acuerdo prevé que la mitad del importe se destine al desarrollo de una joint venture para la comercialización en exclusiva de la Tecnología de Analisis de Telómeros (TAT) en Japón.
Inventar no es suficiente. Si los logros de los investigadores no encuentran una salida en el mercado no producen riqueza
Life Length, fundada a finales de 2010 y desarrollada en el CNIO, no ha tardado en confirmarse pionera en diferentes ámbitos. Por un lado, es la única empresa en el mundo capaz de medir los telómeros cortos, técnica de “diagnóstico preventivo” que representa el principal indicador de envejecimiento celular —estima la edad biológica de una persona en lugar que la cronológica—. En segundo lugar, “es la primera vez que una compañía española de biotecnologías se implanta en Japón”, asegura Francisco Moreno, director del área de ciencia y transferencia tecnológica de la Fundación Botín. “En España se hace muy buena ciencia, ciencia de calidad”, remarca el investigador, quien asegura que la falta de impulso del sector no se debe tanto a los recortes que han mermado el presupuesto de los proyectos de I+D desde el estallido de la crisis. “Es un problema cultural que venimos arrastrando desde hace muchísimos años”. La cuestión, insiste, “es que no se apuesta firmemente por la transferencia tecnológica”.
“Los científicos piensan más en descubrir que en que puede servir su descubrimiento. [...] La misión de la Fundación Botín es buscar nuevas formas de apostar por el talento para generar riqueza”, resume Iñigo Sáenz de Miera, director general de la asociación. Lo que falta, sostiene, no es solo la actitud: España necesita profesionales “que hablen tanto el lenguaje de los científicos como el de la industria”, y que funcionen de traductores entre dos mundos que, en otras áreas geográficas, en particular en EE UU, gozan de estrecha colaboración.Porque inventar no es suficiente. Si los logros de los investigadores no encuentran una salida en el mercado no producen riqueza. Y si no generan negocios no ayudan a mejorar la competitividad y atraer inversores.Mind the Gap, iniciativa que vio la luz a finales de 2010, nace justo con el objetivo de reducir la brecha que separa el mundo científico del empresarial. La Fundación Botín aporta el capital inicial para la puesta en marcha de iniciativas relacionadas con cualquier campo de la biomedicina, biotecnología o bioingeniería —actualmente son seis las empresas operativas del programa—, además de realizar labores de gestión, coordinación y asesoramiento. Las inversiones captadas en 2013 superaron los dos millones y la facturación d el año pasado alcanzó los 470.000 euros.
Mind the Gap nace  con el objetivo de reducir la brecha que separa el mundo científico del empresarial
Stephen Matlin, consejero delegado de Life Length, es quien más se ocupa de acercar posiciones. El acuerdo con Yamada Bee Farm parece encajar en la evolución positiva que ha experimentado la empresa en tan solo cuatro años de vida: inversiones por más de un millón en el desarrollo de su tecnología, un facturado que a julio de 2013 alcanzaba los 650.000 euros y, para terminar, un acuerdo millonario firmado con una compañía asiática. “Japón es una de las sociedades más sofisticadas del mundo en el campo del estudio del envejecimiento y de las enfermedades asociadas al mismo, y confiamos en que nuestra tecnología TAT se convierta en un biomarcador clave en la medicina preventiva [en el país]”, manifestó Matlin al cerrarse la operación la pasada semana.
Yamada Bee Farm lleva más de 65 años fabricando, sobre todo a partir de la apicultura, productos de salud, cosméticos y de alimentación. Su fuerte apuesta por la inversión en I+D la llevó a superar los 330 millones de euros en ventas en 2013 y a afianzar a cerca de 13 millones de clientes. “Estamos orgullosos de asociarnos con Life Length. [...] Creemos que su tecnología va a contribuir con fuerza en el desarrollo de nuestro negocio”, garantizó el consejero delegado de la compañía nipona, Hideo Yamada.
“Esta crisis está obligando a buscar nuevas formas de colaboración entre lo público, lo privado y lo social, que aprovechen el conocimiento y lo conviertan en riqueza”, concluye Sáenz.

Una bebida diseñada para astronautas está ahora disponible para deportistas y otros

¿En qué se parecen viajar al espacio y practicar un deporte? Ambas actividades implican circunstancias que hacen que el cuerpo pierda agua involuntariamente. Los astronautas y los atletas con un nivel bajo de agua en el cuerpo pueden sufrir disminuciones en su rendimiento físico y padecer problemas tales como dolores de cabeza, fatiga, calambres musculares, desorientación y, en casos graves, pérdida del conocimiento.

Una bebida de rehidratación desarrollada por John Greenleaf, fisiólogo y que fue investigador en el Centro Ames de Investigación de la NASA en Moffett Field, California, para combatir en los astronautas el bajo nivel de agua corporal, o hipohidratación, ahora se usa aquí en la Tierra para mejorar el rendimiento humano en situaciones de gran demanda física.

Los astronautas pierden agua corporal involuntariamente durante las misiones espaciales. El fluido corporal que usualmente es atraído hacia los pies por la gravedad terrestre se altera rápidamente durante la permanencia en microgravedad, moviéndose desde las piernas hacia la parte superior del cuerpo. Este cambio de distribución de líquido incrementa la presión en la cabeza y el torso, y poco después se produce un efecto de pérdida acentuada de agua corporal. A menos que los astronautas adopten medidas para restaurar sus niveles de agua antes de su regreso a la Tierra, pueden experimentar síntomas graves de deshidratación al aterrizar, ya que cuando llegan a la Tierra, la gravedad desvía los líquidos corporales de nuevo hacia abajo.

Para que los astronautas se rehidraten por su cuenta eficientemente, deben tomar tanto agua como electrolitos (o sales). Tanto la calidad como la cantidad de los electrolitos afectan de manera crucial a cómo el agua es absorbida y distribuida dentro del cuerpo.

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John Greenleaf con una botella de la bebida de rehidratación desarrollada por la NASA, en un laboratorio del Centro Ames de Investigación de la NASA en Moffett Field, California. (Foto: NASA / Dominic Hart)

En los primero tiempos de la Era Espacial, a los astronautas ya se les entregaba agua y tabletas de sal (específicamente cloruro de sodio) con instrucciones para consumir ambos antes del descenso. Este método se demostró difícil de llevar a la práctica de manera eficaz. Algunos astronautas tomaron solamente las tabletas de sal, que empeora la deshidratación. Otros sólo bebieron el agua, que en esas circunstancias simplemente se va en la orina y por sí sola no ofrece ningún beneficio de hidratación, sino más bien la incomodidad de una vejiga llena. Otros ingirieron proporciones variables de sal y agua, con resultados pobres.

El agua que contiene un 0,9 por ciento de cloruro de sodio disuelto (también conocida como solución isotónica o solución salina normal), usada comúnmente para la hidratación intravenosa, contiene la cantidad adecuada de electrolitos para una hidratación óptima, pero no es recomendable como bebida de rehidratación. No sólo tiene mal sabor, sino que ingerirla puede causar diarrea.

Para garantizar que los astronautas consuman proporciones correctas de electrolitos y agua, Greenleaf desarrolló una bebida premezclada de sabor aceptable. Partiendo de la solución salina isotónica de mal sabor, Greenleaf reemplazó la mitad del cloruro de sodio con citrato de sodio y agregó un edulcorante sin calorías. Estas modificaciones eliminaron los efectos secundarios gastrointestinales asociados con la solución salina original, mejoraron el sabor y mantuvieron una cantidad óptima de electrolitos para la rehidratación.

La bebida de rehidratación de la NASA no contiene azúcar o hidratos de carbono y tiene un sabor claramente salado. No está planteada como una bebida recreativa. Su prioridad es la hidratación antes que el sabor.

Los estudios clínicos realizados por Greenleaf y sus colaboradores mostraron que la fórmula de la NASA era superior a otras bebidas de rehidratación probadas. Sus estudios demostraron que el consumo de la bebida de rehidratación de la NASA mejoró los ejercicios de resistencia en sujetos de estudio.

Aunque la causa de hipohidratación de los astronautas no es la misma de los deportistas, la solución de rehidratación de la NASA es igualmente aplicable a unos y otros casos.

La empresa Wellness Brands Inc., en Boulder, Colorado, fue autorizada por la NASA en 2009 para comercializar la bebida, y ahora lo está haciendo bajo el nombre comercial de "The Right Stuff", orientando el producto a equipos deportivos profesionales, universitarios y amateur, atletas de resistencia y trabajadores como bomberos y militares que a menudo realizan entrenamientos o misiones físicamente extenuantes y en condiciones de mucho calor.
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