lunes, 28 de octubre de 2013

Joe, el bebé dinosaurio, crecía dos metros en menos de un año

Investigadores estadounidenses han podido analizar el fósil de un bebé de Parasaurolophus, un dinosaurio que vivió hace más de 75 millones de años. Son los restos más jóvenes y completos de este animal encontrados hasta la fecha y han servido a los científicos para describir por primera vez cómo desarrolló la peculiar estructura ósea de su cabeza.

Los descubrimientos de este grupo de expertos del museo Raymond M. Alf de Paleontología y la Universidad de California, publicados esta semana en la revista PeerJ, han permitido, por primera vez entender exactamente cómo estos ejemplares desarrollan su inusual sombrero, señala a SINC Andrew Farke, uno de los autores del estudio.

Joe como los científicos han bautizado al bebé– medía unos dos metros cuando murió y podía caminar durante horas, explica el investigador del museo.

Los ejemplares de esta especie herbívora tenían un pequeño bulto de hueso que se transformaba en una cresta cuando se hacían adultos.

Además, Parasaurolophus crecía con una rapidez ridícula. El análisis microscópico de sus huesos revela que el animal pasaba de ser tan pequeño como un niño a medir dos metros en menos de un año, recalca Farke.
Tras años de análisis de Joe, los expertos han descubierto que la dirección del crecimiento del cráneo del Parasaurolophus es diferente a la de sus congéneres más cercanos. Comienza a desarrollar su cresta mucho antes y crece durante más tiempo. Esta alteración le permite tener ese cráneo tan característico, indica el investigador.

Las investigaciones no hubieran sido posibles si Kevin Terris, un estudiante de 17 años, no hubiera encontrado por causalidad el fósil en 2009.

El joven paseaba por el Monumento Nacional de Grand Staircase-Escalante, un parque natural del sur de Utah (EE UU) plagado de formaciones geológicas, cuando observó un pequeño saliente en una pared rocosa.
Terris comenzó a escarbar hasta lograr extraer la pieza que resultó ser el cráneo en miniatura de este dinosaurio. (Fuente: SINC)

Nuevo método para activar y desactivar genes con facilidad

Una nueva técnica permite activar o desactivar genes dentro de las células mediante la estrategia de controlar cuándo el ADN es copiado en ARN mensajero, un avance que podría permitir a los científicos entender mejor la función de esos genes.

La técnica, desarrollada por el equipo de Timothy Lu, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Cambridge, Estados Unidos, podría poner en funcionamiento circuitos de biología sintética más complejos que los logrados hasta ahora, con aplicaciones prácticas como por ejemplo hacer más fácil el diseño de células capaces de detectar una enfermedad, producir un fármaco, o monitorizar su entorno.

Lu es profesor de ingeniería electrónica y ciencias de la computación, así como de ingeniería biológica.

El nuevo método que Lu y sus colaboradores han desarrollado se basa en un sistema de proteínas virales que fueron empleadas no mucho tiempo atrás para modificar a voluntad los genomas de células bacterianas y humanas.

El nuevo sistema, que ya ha sido probado con éxito en células tan distintas como la humana y la de una levadura, debería ser mucho más fácil de usar que otros dos sistemas de control de transcripción recientemente desarrollados. Aunque estos son eficaces, el trabajo de diseñar y ensamblar las proteínas con ellos es caro y consume mucho tiempo.
La nueva técnica permite activar y desactivar genes dentro de células mediante el control de cuándo el ADN es copiado en ARN mensajero. (Gráfico: Christine Daniloff / iMol)
El hecho de que esta nueva técnica pueda ser usada para una regulación eficiente de la transcripción tanto en levaduras como en células mamíferas ya dice mucho de su gran versatilidad.

Lu está actualmente trabajando en construir circuitos biológicos sintéticos más avanzados para llevar a cabo aplicaciones tales como la toma celular de decisiones basada en varios estímulos captados del medio que rodea a una célula.

Las «lluvias de animales», como los peces o las ranas, tienen explicación científica

Recientemente ha aparecido una explicación del fenómeno que lo relaciona directamente con las trombas marinas.

«Corría el año 1991 y estábamos pintando el chalet de mi abuela en la sierra de Madrid cuando empezó a caer la típica lluvia de mediados de mayo sin tormenta, pero, de repente, uno de mis primos dijo: ¡Hay ranas en el tejado! y lo cierto es que estaba todo lleno. Cada dos metros había una rana pequeña y de color verde oscuro-negro».
Este comentario, de wawer185, es uno de los cientos que se pueden encontrar en los foros de la Red y está en directa relación con un curioso fenómeno que no deja indiferente a quien le sorprende: la «lluvia de ranas». Es más, la mayoría de los foreros que cuentan que han vivido una «lluvia de animales» se les tacha, según los comentarios, de «locos» o «mentirosos».
No obstante, la «lluvia de animales» no es tan extraña como parece. Además, se tiene constancia de este fenómeno desde el Antiguo Egipto.
La última «lluvia de animales» ha ocurrido en Colombia, donde cientos de peces cayeron de un árbol en el pueblo caribeño de Santo Tomás, vecino a la ciudad de Barranquilla, en plena procesión de Semana Santa.
Pero... ¿cuál es la explicación?
Recientemente ha aparecido una explicación científica del fenómeno de la lluvia de animales pequeños que lo relaciona directamente con las trombas marinas. El viento, a su paso, captura, entre otras muchas cosas, a pequeños seres vivos. Estos tornados pueden transportar a las criaturas hasta alturas significativas y, a veces, a través de largas distancias. Estos vientos arrasan con los animales y los dejan caer de manera concentrada en un punto concreto. Los animales que sufren las consecuencias de estas trombas suelen ser insectos, peces pequeños, o ranas. También se ha dado el caso de que el viento se topara con pequeños animales voladores a su paso, como pajarillos o murciélagos, que acabaron arrasados o muertos después del fenómeno.
Huellas antiguas
En la Edad Media, la repetición del fenómeno meteorológico en ciertas regiones llevó a la gente a creer que los peces nacían ya adultos en los cielos y, acto seguido, caían al mar. No obstante, no solo las ranas y los peces eran los preferidos por estas lluvias. En junio de 1880, en España se pudo contemplar una lluvia de codornices pequeñas sobre en Valencia. De hecho, es precisamente en el sur donde se tiene más constancia de estos fenómenos. En el año 2007 llovieron ranas pequeñas en El Rebolledo, en la zona de Alicante y, un año después, llovió peces y ranas en el Taperal de Beniganim, de nuevo, en Valencia.