sábado, 3 de mayo de 2014

¿Obtención de células cerebrales a partir de células madre dentales?

El hallazgo recién anunciado de que las células madre extraídas de dientes pueden desarrollarse y diferenciarse hasta dar lugar a células que presentan apariencias muy similares a las de células cerebrales sugiere que podrían ser utilizadas algún día en el cerebro como terapia para los daños causados por derrames cerebrales.

El descubrimiento lo ha hecho el equipo de la Dra. Kylie Ellis, del Centro de Investigación en Células Madre, adscrito a la Universidad de Adelaida en Australia. En esta línea de investigación, se ha constatado que a partir de esas células madre es posible obtener células muy similares a neuronas y que además forman redes complejas mediante interconexiones entre ellas. Aunque estas células aún no son neuronas perfectas, los investigadores creen que es sólo cuestión de tiempo y de condiciones adecuadas que ello se produzca.

Las opciones de tratamiento disponibles para las numerosas personas que sufren los efectos de derrames cerebrales son limitadas. El principal tratamiento farmacológico disponible debe ser administrado en las primeras horas tras el infarto cerebral, y los pacientes no siempre lo reciben a tiempo. Por otra parte, algunos daños son difíciles o imposibles de reparar solo mediante medicamentos.

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A la izquierda, una de las células similares a neuronas normales, obtenidas de células madre de pulpa dental a través de un proceso de inducción. A la derecha, estas células parecidas a las cerebrales son capaces de formar redes complejas entre ellas, como se aprecia en la imagen. (Fotos: Dra. Kylie Ellis, Universidad de Adelaida)

Poder utilizar las propias células madre del paciente para una terapia cerebral adaptada a la persona y a su caso particular presenta muchas ventajas, incluyendo la de que no se generan los problemas de rechazo asociados habitualmente con otras terapias que pasan por injertar tejidos extraños en el cuerpo. Otra ventaja es que una terapia basada en células madre tomadas de dientes, específicamente de la pulpa dental (tejido del interior del diente), podría proporcionar una opción de tratamiento factible meses o incluso años después de que haya ocurrido el derrame.

La obtención de células cerebrales a partir de las de pulpa dental se consigue proporcionando un entorno para las células que sea lo más parecido posible al del cerebro normal, de manera que en vez de convertirse en células para los dientes se conviertan en células cerebrales.

Los primeros resultados con esta técnica experimental no han proporcionado células idénticas a las neuronas normales, pero las nuevas células comparten propiedades muy similares a las de éstas. También forman redes complejas y se comunican a través de una actividad eléctrica simple, como podríamos observar entre cualquier conjunto corriente de células de un cerebro en desarrollo.

En la investigación también han trabajado David C. O’Carroll, Martin D. Lewis, Grigori Y. Rychkov y Simon A. Koblar, de la Universidad de Adelaida.
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Rápida y asombrosa reaparición de grandes depredadores tras la peor extinción de la historia

La mayor extinción masiva de todos los tiempos se desencadenó hace 252 millones de años, a fines del periodo Pérmico. El cataclismo eliminó casi el 90 por ciento de toda la vida acuática. Hasta ahora, se creía que los ecosistemas acuáticos se recuperaron de forma gradual de esta catástrofe a lo largo de un largo período de entre 8 y 9 millones de años, y que los grandes depredadores en la cúspide de la cadena alimentaria fueron los últimos en reaparecer.

Un equipo de paleontólogos de las universidades de Zúrich en Suiza y Utah en Estados Unidos, demuestran en su nuevo estudio que las redes alimentarias durante el Triásico Temprano no se recuperaron por etapas. Grandes depredadores como, por ejemplo, anfibios parecidos a cocodrilos, y más tarde los precursores de los plesiosaurios y los ictiosaurios, ya buscaban presas en los océanos poco después del final de la extinción masiva. Esas bestias estaban en la cima de la cadena alimentaria y comenzaron a desempeñar su papel de depredadores supremos muy poco después de la gran extinción.

La longitud de las cadenas alimentarias no se acortó debido a la extinción masiva del final del Pérmico. Ni hay señales de una reaparición gradual de las pirámides tróficas clásicas desde la base hasta la cima.

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Fósil de un talatosaurio, y reconstrucción del aspecto que debió tener en vida. Estas bestias podían alcanzar longitudes de más de 4 metros. (Imagen: Instituto Paleontológico y Museo de la Universidad de Zúrich)

Torsten Scheyer, Carlo Romano, Jim Jenks y Hugo Bucher han refutado también una segunda teoría. Con anterioridad se había supuesto que los depredadores marinos estuvieron creciendo continuamente desde principios hasta mediados del Triásico, culminando en la aparición de los grandes depredadores. El nuevo estudio demuestra que ya había grandes depredadores cazando en los mares en el Triásico Temprano.

La gran extinción masiva de finales del Pérmico llevó, eso sí, a una composición totalmente nueva de la categoría de grandes depredadores. En el periodo Pérmico, los depredadores supremos eran peces. Tras la Gran Extinción, entre los depredadores supremos había peces, pero también bestias tales como anfibios similares a cocodrilos.
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