miércoles, 5 de marzo de 2014

Lo que nos queda de neandertales

Un estudio descubre que un 20% de genes de este homínido extinto sobreviven en nuestro ADN




Primero los hechos: imagine, hace más de 40.000 años, a un grupo de homínidos que cuidan a sus viejos seres queridos, alimentándolos a pesar de que no se valen por sí solos. Entierran a los fallecidos en rituales, son maestros del fuego, hierven el agua para cocinar y fabrican pigmentos para ornamentar conchas marinas. Las mujeres se atavían con collares hechos de hueso. No se limitan a ocupar las entradas de las cuevas. Decoran sus paredes con impresiones de sus manos y círculos encarnados. Hablan entre sí, no gruñen como las bestias.Y ahora, su aspecto: un grueso anillo de hueso por encima de los ojos, frente huidiza, el mentón hacia atrás, baja estatura, brazos y piernas cortos, huesos robustos. ¡Parecen unos brutos de categoría en las reconstrucciones! Son neandertales. ¿Sorprendidos?
Desde su descubrimiento en Alemania en 1856, los paleoantropólogos los presentaron primero como seres degenerados, luego como homínidos idiotas y ahora como una especie extinguida hace 30.000 años por culpa de nuestros antecesores recién llegados de África. Se nos dijo que los neandertales fabricaban peores utensilios, gruñían y no tenían pensamiento simbólico. No eran tan humanos. La idea de una hibridación entre nosotros y ellos resultaba inconcebible. Hasta que los paleoantropólogos João Zilhão y Erik Trinkaus descubrieron en 1998 un esqueleto de un niño humano de hace unos 24.000 años en Lagar Velho (Portugal) con rasgos neandertales. Y el paradigma empezó a temblar.
Lo último: un estudio comandado por Benjamin Vernot y Joshua Akey, de la Universidad de Washington, y publicado en Science en enero ha encontrado que un 20% de genes neandertales sobreviven en nuestro legado genético, en base a la comparación entre el genoma del neandertal y la de 665 europeos y asiáticos actuales. Añade que hemos heredado deellos la susceptibilidad a la diabetes tipo 2, la enfermedad de Crohn, el lupus, la cirrosis… ¡y la predisposición genética para ser adictos al tabaco! “Ahora dicen que sí hubo mezcla, reconocen su error. Pero como se trata de neandertales, su contribución tiene que haber sido mala, es una porquería, nuestro pecado mortal por habernos mezclado con ellos, haber mordido la manzana”, dice Zilhão, entre risas, al teléfono desde la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados en Barcelona. Comparar a los neandertales con el hombre moderno, en vez de con su contemporáneo, “es un disparate”, sostiene. “Preguntarse si fueron diferentes es lo mismo que preguntar si las naranjas son diferentes de la fruta, un sinsentido”.
Antonio Rosas, paleoantropólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC en Madrid, discrepa de su colega portugués. Y admite que en ocasiones hay un poso de discriminación y cierto miedo por admitir que no existían tantas diferencias. Aunque matiza. “No eran como nosotros. Eso no implica que sean mejores ni peores. Es lo que aún nos queda por aprender”.
Zilhão sugiere una segunda lectura: cada vez que un hallazgo sobre neandertales les empuja hacia nosotros, muchos científicos se resisten. Basta con revisar titulares: “Los neandertales nos dieron enfermedades” (BBC); “Los neandertales y los modernos, parejas imperfectas” (Science).Por no hablar de las historias sobre su canibalismo, cuando es una práctica que también se ha dado en otros grupos humanos actuales. Para calentar el debate, Zilhão publicó el año pasado un estudio en Naturesobre las más antiguas pinturas rupestres (40.800 años) en la cueva de El Castillo, en Puente Viesgo (Cantabria). Su antigüedad sugiere, en una apasionante polémica científica no resuelta, que los neandertales pudieron ser los primeros artistas.

Nuevas dataciones confirman que la ocupación neandertal de Jarama VI es más antigua de lo que se pensaba

Hasta hace un par de años, la comunidad científica pensaba que los neandertales –Homo neanderthalensis– ocuparon el yacimiento de Jarama VI (Guadalajara, España) hace unos 30.000 años, y que ese abrigo rocoso fue una de sus últimas moradas en la península. Las técnicas utilizadas se limitaban al carbono 14, impreciso para medir períodos de tiempo superiores a 50.000 años. 

Ahora, un equipo internacional de científicos ha estudiado los sedimentos con métodos más sofisticados y concluye que la ocupación es anterior a lo que se pensaba. En la investigación han participado científicos de la UNED, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), de la Universidad de Burgos, de la Universidad de Colonia (Alemania), del Museo Neandertal de Mettman (Alemania) y de la Universidad Nacional Australiana.

“Con este trabajo demostramos que esas ocupaciones neandertales son mucho más antiguas y se remontan a hace unos 50.000 años como mínimo”, afirma Jesús F. Jordá, investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED y uno de los autores del estudio. El trabajo, que se publica en la revista Quaternary Research, confirma así las fechas publicadas hace un año en la revista PNAS.

Además de corroborar estos datos –pero con otras técnicas–, el análisis de las muestras descarta que, en una fecha más reciente, en la cavidad habitara una comunidad de Homo sapiens, el sucesor natural del neandertal. “Los restos tecnológicos recuperados de esa ocupación son inequívocamente atribuibles a un grupo constituido por humanos de la especie Homo neanderthalensis”, asegura Jordá.

Los científicos se han centrado en dos líneas de investigación: el análisis de los sedimentos que componen los diferentes niveles del yacimiento y el estudio de la cronología de estos estratos. “Hemos trabajado con un elevado número de muestras, procurando que éstas fueran significativas de los distintos niveles”, añade el experto.

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Los científicos, en Jarama VI durante la toma de muestras de noviembre de 2010. (Foto: Jesús F. Jordá)

Para la primera línea han utilizado técnicas de sedimentología y micromorfología –que estudian las características de los granos y los rasgos dejados por los procesos sedimentarios, respectivamente–, y para la segunda, la técnica de la luminiscencia.

Este método de datación se basa en la medición de la luz que emiten los cristales de los minerales cuando se ven sometidos a calentamiento o son expuestos a la luz, visible o infrarroja”, explica el arqueólogo. En su caso, la técnica usada fue la que se basa en radiación infrarroja, conocida como IRSL (Infrared Stimulated Luminiscence, por sus siglas en inglés).

El análisis micromorfológico de los sedimentos ha permitido estudiar con una gran precisión el proceso de acumulación de los restos. Así, el estudio refleja que a la alteración de la roca del suelo le siguió la caída de bloques desde el techo en una época fría y húmeda. A continuación, se produjo una sedimentación fluvial fruto de varios desbordamientos del río Jarama, seguida de una nueva caída de bloques de roca del techo y, por último, tuvo lugar la precipitación química de carbonato cálcico con la formación de una brecha y de una corteza estalagmítica, de la que quedan escasos restos en la actualidad.

Las ocupaciones humanas se produjeron en los dos momentos en los que el clima era más frío y el hielo desprendía bloques de roca del techo de la cavidad, y también, al final del episodio fluvial”, afirma el experto. Es precisamente el proceso de sedimentación fluvial el que se ha podido situar ahora en el tiempo, ocurrido hace 50.000 años.

Con estas últimas dataciones, los arqueólogos descartan de forma tajante que el yacimiento fuera una de las últimas moradas de los neandertales en la península, como se pensaba, y que éstos coincidieran aquí con los humanos modernos –Homo sapiens–, como también se apuntaba.

Con los datos actuales, en el centro de Iberia, entre la extinción de los neandertales y la llegada de los primeros humanos modernos hay un vacío poblacional de más de 20.000 años”, indica Jordá. No obstante, “queda por verificar si en el sur de Iberia –en Cueva Antón (Murcia) y Gibraltar– los neandertales llegaron hasta fechas más recientes y coincidieron con los sapiens”, puntualiza.

Por tanto, y con los datos publicados hasta ahora, los expertos sugieren que el último refugio de los neandertales en Iberia pudo estar en la cornisa cantábrica, donde existen indicios de que coincidieron con los humanos modernos, tal y como revelan diferentes estudios, entre ellos uno realizado recientemente en la cueva de la Güelga (Asturias).

El siguiente paso ahora en el yacimiento de Jarama VI es estudiar cómo era la vida cotidiana de los neandertales que lo habitaban, gracias al análisis de los restos de animales que consumían y al estudio de los instrumentos líticos que usaban. Los científicos también están tratando los restos de polen depositados junto a los sedimentos para conocer las características de la vegetación del alto valle del Jarama hace 50.000 años. (Fuente: UNED/DICYT)
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